Algunas noticias recientes como el aumento de la depresión y la ansiedad en niños y adolescentes en nuestro país, han hecho replantearnos la situación de la salud mental infanto-juvenil.
La infancia era aquella etapa de la vida en la que no había problemas… Libres de preocupaciones, los niños sólo tenían que encargarse de jugar, hacer amigos e ir al colegio. Conforme iban creciendo ya vendrían las responsabilidades.
Entonces, ¿por qué un niño pequeño iba a deprimirse?, ¿por qué razón iba a sentir ansiedad o angustia? Estas son preguntas de compleja respuesta. Tampoco es el objetivo de este post responder a ello. Pero si es objetivo, el de modificar algunas creencias sobre lo que pueden sentir los niños pequeños y durante su desarrollo.
Últimamente comentamos y escuchamos a menudo, que el mundo en el que actualmente nos desarrollamos cambia a gran velocidad. Uno de los ámbitos dónde descubrimos el efecto de estos cambios, es la familia. La familia tradicional, tal y como la conocemos, ha sufrido severas modificaciones. Podemos continuar hablando del concepto familia tradicional, pero desde luego, lo que ahora convive en nuestro presente es un número diverso de tipos de familias. Estos cambios los hemos tenido que asumir como grupo social, además de adaptamos a ello como personas que a su vez forman sus propias familias, y han tenido un impacto en nuestro desarrollo y en nuestra manera de entender el mundo.
Sin entrar a valorar lo que es mejor o peor ¿Quién no se siente inseguro ante estos cambios? Y al hilo del tema que nos ocupa, ¿por qué los niños no lo iban a notar?.
Las crisis experimentadas en las parejas y en las familias (separaciones, familias con hijos de otras parejas… ) pueden sacudir nuestros pilares más básicos y dejarnos sin recursos de afrontamiento ¿Por qué sucede esto?.
La familia es el primer grupo de desarrollo para el ser humano. Es a partir de los vínculos con nuestros padres y hermanos, desde dónde se inauguran los moldes de las relaciones que estableceremos más tarde como adultos. Nuestras relaciones de pareja, las amistades, el desempeño laboral… estarán “atravesados” por nuestras experiencias tempranas y la significación que le dimos posteriormente en nuestra adolescencia.
Si la familia está “en crisis”, entendiendo crisis como “cambio”, nuestra manera de relacionarnos también está cambiando. Nuestras infancias han “mutado” enormemente en comparación con las infancias de los niños actuales, por lo tanto, no tenemos respuestas para estas nuevas situaciones. Dicho de otro modo, no tenemos respuestas ante los cambios que vivimos entre los adultos (por ejemplo, las diferentes relaciones de pareja y sus normas: conceptos de fidelidad y compromiso…) y tampoco para los niños que tenemos delante de nuestros ojos.
La inseguridad creciente en los adultos tiene un impacto en el desarrollo del niño en evolución. “No sé qué hacer con él/ella para que me obedezca” es uno de los comentarios más frecuentes en las consultas de psicoterapia infantil. Por este motivo, no será difícil comprender que si estamos inseguros, el niño también podrá estarlo.
En otro orden de cosas, los mensajes que recibimos, en muchas ocasiones ambiguos, sobre lo que es importante para ser feliz hoy, calan en nosotros y en el niño irremediablemente.
“Tienes que ser el mejor”, “el más guapo”, “el que tenga más amigos”, “el que más actividades extraescolares haga”… los niños están estresados. Este está siendo uno de los focos de estudio principal en el desarrollo de dificultades emocionales de los niños. Aquí podríamos reflexionar sobre el porqué de esta situación: ser el mejor estudiante, deportista y amigo fuera de casa (el niño sobreexigido) es un mensaje de la sociedad actual. No es que el afán de superación sea algo negativo, más bien todo lo contrario. Sin embargo, el ser “el mejor para que otros lo vean” ¿qué tipo de interés esconde? No será difícil comprender que si los adultos estamos estresados con estos mensajes, el niño también podrá estarlo.
La creencia de que “el niño ni siente ni padece” como si se tratase de una cosa que luego cuando crezca será alguien con sentimientos, es del todo peligrosa.
Los niños se deprimen y tienen ansiedad porque se dan cuenta de lo que sucede a su alrededor (hay depresión y ansiedad a su alrededor)
Un niño puede experimentar ansiedad (muchas veces exteriorizado con inquietud motora y diagnosticado de TDAH) porque los cambios vertiginosos que se dan en la sociedad actual, dificultan la capacidad del adulto para dar respuesta, contener y facilitar el desarrollo del niño.
En mi opinión, el poder asumir que los niños pueden sentir emociones negativas intensas, posibilitará el primer paso para observar cómo las tramitan y si necesitan una ayuda profesional.
La infancia y la adolescencia son oportunidades de oro para no “llegar” a la edad adulta con problemas estancados. Merece la pena pararnos a pensar en esto, cuidemos de nuestros niños, son el futuro.
2 Comentarios
Este artículo refleja perfectamente lo que sucede en la actualidad con respecto a la realidad cambiante de nuestro tiempo y las consecuencias que con lleva para la salud mental tanto de personas adultas como en el caso de los menores que son aún más frágiles en su etapa de desarrollo. Están experimentando experiencias y situaciones que no les tocan. Un mundo complejo, materialista y competitivo que no deja a los niños ser niños y que los padres muchas veces sin querer y yo creo que por miedo a que nuestros hijos se queden atrás contribuimos a alimentar. Yo tengo niños pequeños y este artículo me ha hecho reflexionar y ser más consciente de mi día a día a la hora de exigir solo lo que corresponda a la etapa en la que estén mis pequeños en cada momento sin pedir más ni exigir forzándoles. Gracias.
Luisa, estamos encantados de que nuestros post sean de vuestro interés y prácticos para vuestra vida!!.
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Un saludo y gracias amiga.